La magia de la primera vez
Era una tarde normal cuando me encontré en el dormitorio de mi hermana. En realidad, solo buscaba un libro para tomar prestado, pero cuando abrí la puerta del armario la vi: una falda negra de tela suave que inmediatamente me llamó la atención.
La falda colgaba allí como si me estuviera esperando. Sentí que mi corazón latía más rápido. Durante mucho tiempo había existido esta curiosidad dentro de mí, este deseo de experimentar cómo se sentiría deslizarse en el papel que era tan diferente de lo que la sociedad esperaba de mí. Pero hasta ese momento nunca me había atrevido a poner en práctica este pensamiento.
Eché un vistazo rápido a la puerta para asegurarme de que no había nadie allí, luego saqué con cuidado la falda de la percha. Sentía la tela fresca y suave contra mis dedos. Junto a la falda, vi un par de medias negras dobladas, otra prenda de vestir que me había fascinado durante mucho tiempo.
Con una mezcla de curiosidad y nerviosismo, decidí que hoy era el día en que lo probaría. Dejé la falda a un lado y me senté en la cama para ponerme las medias por encima de los pies. La tela era suave y elástica, y mientras me las ponía lentamente por las piernas, sentí una sensación de hormigueo y anticipación. Las medias se pegaban firmemente a mi piel, acentuando la forma de mis piernas y dándome una sensación de elegancia que nunca antes había experimentado.
Cuando las medias estuvieron en su lugar, me levanté y me puse la falda negra por encima de las caderas. La abroché y dejé que la tela se envolviera alrededor de mi cintura. La falda terminaba justo por encima de mis rodillas y me resultó extraño y excitante a la vez. Me dirigí al espejo y me miré.
La imagen que me devolvió la mirada era desconocida, pero no extraña. Seguía siendo yo, pero de alguna manera también era otra persona. Alguien que sentía la libertad que yo había estado extrañando durante tanto tiempo. Me giré ligeramente hacia un lado y observé cómo la falda se balanceaba y las medias acentuaban mis piernas.
Sabía que ese momento era solo mío, que era un secreto que tal vez nunca compartiría con nadie pero ese momento también fue una liberación. Sentí que se me quitaba un peso de encima de los hombros que ni siquiera había notado conscientemente antes.
Me quedé un rato con esa nueva sensación, caminé por la habitación, me senté en la cama y disfruté del suave roce de la tela. Las medias se sentían suaves y ligeras, otra expresión de la nueva faceta de mí que descubrí ese día.
Al caer la tarde, supe que tenía que volver a ponerme la falda y las medias. Me las quité a regañadientes y las volví a guardar en el armario, donde pertenecían. Pero algo había cambiado. Ahora sabía que me había acercado un poco más a mí misma.
Esta experiencia se quedó conmigo. Fue el primer paso de un viaje que emprendería de forma más consciente a partir de ahora: un viaje hacia mi interior, hacia una comprensión más profunda de mi identidad. Y cuando salí de la habitación, supe que una parte de mí siempre estaría allí, una parte que ya no podía ignorar.
Gracias, Marion, por compartir tu historia con nosotras. La verdad es que cada chica lo vive de una manera diferente. Es maravilloso que podáis compartirlo. Nunca dejéis de soñar.
¡Feliz semana, princesas!
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